No será un secreto para nadie que haya seguido la saga Pokémon, creo, que el anuncio y el lanzamiento de un nuevo título de esta franquicia siempre trae mucho que hablar. No me refiero – aunque quizás también podría – al siempre infinito comentario alrededor de sus criaturas, personajes y mundos, sino a una serie de preocupaciones y dudas que orbitan alrededor de estos juegos desde hace ya un buen puñado de años. Las mecánicas comparativamente sencillas y fáciles de entender al respecto de otros RPG siempre han sido un punto fuerte de la serie de Game Freak, pero cuesta encontrar defensores de, por ejemplo, el pobre apartado técnico que han planteado la mayoría de las entregas de los últimos años.
Incluso cuando los tráilers previos al lanzamiento dejaban muchas preguntas en el aire sobre la calidad de los títulos, los juegos de Pokémon han sabido, muchas veces, encontrar maneras de sorprendernos. Quizás Pokémon Espada y Escudo fueron, en su lanzamiento, un poco más divisivos, pero no cabe duda de que la propuesta de Leyendas Pokémon: Arceus supo enamorar a muchos; los remakes de Pokémon Diamante y Perla, por otro lado, terminaron por ser exactamente el juego que parecía que iban a ser en su anuncio original.
Durante las varias decenas de horas que he pasado explorando la región de Paldea, he pasado mucho tiempo pensando en esto. ¿Es Pokémon Escarlata y Pokémon Púrpura uno de esos juegos que consigue dar la vuelta por completo a nuestras expectativas, o la ocasión en la que The Pokemon Company pierde el pulso del todo sobre su fórmula?