Análisis de Card Shark – Hacer trampas nunca había sido tan divertido

Todos los juegos presuponen cierta confianza. No es solo que tengamos que confiar en los otros jugadores, que actuarán de forma honorable y respetando las reglas, o en los diseñadores del juego, que no crearán situaciones injustas y arbitrarias allá donde algo pueda sentirse mal, sino que además nos cabe esperar un nivel de civismo mínimo entre todos los involucrados. Incluso si se cumplen todas las reglas y el sistema es perfectamente justo, el juego se sentirá injugable si se respira una atmósfera malsana de falta de respeto y exclusión. Por supuesto, estas actitudes son más probables cuando los propios mecanismos de juego las fomentan, como ocurre más a menudo de lo que debería en el videojuego, quien acaba pagando el precio es la confianza del jugador en el juego y todos los involucrados en el mismo. Incluso en sí mismo. Y con ello, lo que debería ser una fuente de diversión, se convierte en una fuente de estrés, ayudando a arruinar el juego a todos los involucrados.

Si bien todo esto podría parecer poco relevante, en realidad lo es mucho para Card Shark. Transcurriendo durante el siglo XVIII, pocos años antes de la Revolución Francesa, encarnamos a un joven mudo que trabaja de tabernero que, un día como otro cualquiera, conoce al Conde de Saint-Germain, un famoso timador e intelectual de la época, que ve en él talento para ser iniciado en un oficio tan lucrativo como peligroso y poco ético: el juego. Obviamente no el juego limpio, legal, que se da en la mayoría de las mesas de Francia. No. El juego trucado donde, si se juegan bien las manos, es absolutamente imposible perder nunca.

Aunque pueda parecer lo contrario, Card Shark no es solo un juego de hacer trampas. Tampoco es solo un juego de cartas. Es un juego de conseguir ganarnos la confianza de personas, para que quieran jugar con nosotros, y no perderla, para que no quieran evitar tener que jugar con nosotros o que nadie más tenga que hacerlo, ya sea a través de la vía judicial o de la vía de la violencia. Porque en Card Shark se puede morir, pero es prácticamente imposible defenderse porque, a fin de cuentas, somos trileros, nuestra forma de defendernos es que los demás confíen en que no estamos haciendo trampas, incluso cuando las estamos haciendo.

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