El camino del artesano implica un riesgo existencial. Con los años, el artesano no alcanza la perfección, pero sí el estilo, el ojo y la mano del maestro gracias a la repetición de una serie de habilidades concretas donde nunca se sale de unos baremos muy estrechos. Esto puede provocar que haga obras tremendamente refinadas pero carentes de alma, porque ha sacrificado la suya en favor de nunca desviarse de la perfección de la técnica. Y no es un maestro, porque carece del corazón del maestro.