A veces los sueños se cumplen. Lo que un día parecía imposible al siguiente se materializa ante nuestros ojos, demostrando que el mundo es mucho más de lo que podríamos llegar a imaginar. Pero no todos los sueños son buenos; a veces los sueños que se cumplen son pesadillas, encadenándonos a inesperadas situaciones de miseria. Por suerte o por desgracia, ambos escenarios son muy excepcionales. Rara vez ocurren los milagros, pero también son muy excepcionales las catástrofes – el mundo suele teñirse más de grises que de colores vividos, por más que nuestra consciencia nos lleve al entusiasmo o el catastrofismo con más frecuencia de lo que es razonable. Eso es lo que ha ocurrido con Mechajammer, que si bien es un juego que pudo haber sido un verdadero sueño y no lo es, el catastrofismo que invita a declararlo como una pesadilla sería, a su vez, muy poco razonable.
Si algo llama la atención de Mechajammer es su ambientación. Siendo un cyberpunk de vieja escuela, feísta, donde la vida humana vale menos que un pedazo de tecnología cualquiera y la violencia es moneda de cambio común, nos sitúa en un futuro donde la humanidad se ha extendido por todo el universo, pero con ella también el servicio militar obligatorio y una guerra que no parece acabarse nunca. Una ambientación que resulta en los mimbres perfectos para desarrollar un interesante enfoque narrativo.