Análisis de Metal: Hellsinger – No apto para arrítmicos

Doy por hecho que, a estas alturas, a nadie se le escapará que me apasionan los FPS. Clásicos, serios, modernos, pasados de rosca y todos los diluvios de balas a caballo de todas estas categorías, cualquiera de ellos tiene un asiento reservado en mi zona de confort. Una amplísima zona en la que, del mismo modo, siempre ha tenido, por lo que sea, un lugar de privilegio un género musical que ha mantenido estrechos lazos con esta clase de videojuegos: el heavy-metal. Y es que ya desde DOOM (id Software, 1993) se estableció un ruidoso vínculo que se alarga hasta, curiosamente, el DOOM de nuestros días. Carmack, Romero, Hall y el resto de los rogues que conformaban aquella id primigenia pegaron la oreja a los grandes éxitos del momento en busca de inspiración a la hora de crear la banda sonora del que, con el tiempo, conoceríamos como el padre de los FPS; Slayer, Pantera, Metallica y otras tantas bandas marcaban el paso de la actualidad musical a ritmo sincopado sellando, sin saberlo, un futuro jugable en el que no pocas veces se daban la mano calaveras, guitarrazos y escopetas.

Asentados esos cimientos hace la friolera de tres décadas, no es de extrañar, pues, que exista un buen puñado de shooters que incluyen una banda sonora influenciada por el heavy-metal. Ahora bien, que la unión entre música y disparos vaya más allá de una mera fusión sin más aspiraciones que las estéticas es, por el contrario, una presencia escasa. Metal: Hellsinger, afortunadamente, es uno de esos ambiciosos proyectos que no se limitan a usar la potencia sonora del doble bombo, los guitarrazos y demás recursos del metal como acompañamiento, sino que van un paso más allá para incorporarlos como una mecánica más dentro de su combate.

Y es una fantástica, por cierto.

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