Análisis de Scott Pilgrim vs. the World: The Game – Complete Edition

Hace unas semanas vi un estupendo vídeo-ensayo sobre una de las películas de Shin Chan que habla de los peligros de la nostalgia que me recordó que el temor a revisitar de forma crítica las obras que asociamos íntimamente a un momento de nuestras vidas puede provocar que la nostalgia nos nuble el juicio. Pocas cosas dan más miedo que aproximarse a una obra que en algún momento del pasado fue definitoria de tu vida: el disco que se rayó tras soportar años de uso y cambios de temperatura en la guantera del coche, la película de la que aún puedes recitar diálogos enteros de memoria tras años sin verla, el juego online al que durante unos meses dedicaste más horas diarias que a dormir…

El comienzo de 2021 me ha dado una primera oportunidad para enfrentarme a una de esas obras: la adaptación al videojuego de Scott Pilgrim vs the World, un beat’em-up lanzado por Ubisoft en el año 2010 para PS3 y Xbox 360 que desapareció por completo de las tiendas digitales en 2014. Tanto el cómic original como sus adaptaciones están entre las obras que más asocio a mis primeros años de carrera; he podido volver en numerosas ocasiones al material original y a la película para ver sus costuras, pero la dificultad de acceder al juego me había privado de comprobar qué tal le había sentado el paso del tiempo hasta que al fin todas las partes se han puesto de acuerdo para relanzar el juego.

Para quien no conozca el material original, Scott Pilgrim vs the World es un cómic centrado en la vida de un veinteañero canadiense que logra salir con la chica de sus sueños, Ramona Flowers, iniciando con ello una serie de enfrentamientos contra sus siete ex-novios, que se han asociado en una «Liga de ex malvados». La serie bebe muchísimo de los videojuegos, desde su lenguaje visual y su lógica interna (nadie parece sorprenderse cuando un momento cotidiano deriva en un combate con poderes místicos) hasta su estructura narrativa, además de estar repleto de guiños a toda clase de títulos, así que tenía todo el sentido del mundo que recibiese una adaptación al medio.

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