Análisis de Steelrising – La Revolución Francesa, pero con roboces

En el ámbito del videojuego, al igual que en cualquier otra disciplina artística, hay tendencias que no duran más allá de un puñado de estaciones y otras que llegan, pegan un puñetazo en la mesa y vienen para quedarse. Las primeras suelen ser modas aparejadas a estéticas concretas. Piratas, mutantes, adolescentes, ninjas, tortugas o incluso tortugas que son adolescentes mutantes y ninjas son modas que duran períodos de duración determinada. Sin ir más lejos, en el último no-E3 (2022) tuvimos una impactante, pero nunca demasiado bien ponderada, cantidad de juegos protagonizados por o que contenían ranas. Ahora bien, es la segunda categoría – que puede llegar de forma sigilosa o entrar a lo salvaje en el panorama jugable – la que deja una huella patente en la industria. Mucho se ha hablado, y se hablará, de From Software, Hidetaka Miyazaki y Demon´s Souls. Y con razón. Rescatar un proyecto condenado al olvido, convertirlo en una revolución jugable y, de paso, transformar a From Software en un estandarte del desarrollo de videojuegos no es ningún moco de pavo. Y a la estela de esta fórmula, y posteriores mejoras, surgen y seguirán surgiendo esfuerzos de toda clase. Triples A, modestos, occidentales, japoneses…

Steelrising, claro, pertenece a esta categoría.

Desarrollado por el estudio francés Spiders, Steelrising nos pone en el revestimiento de Aegis, una autómata – ¿los autómatas tienen género si son conscientes de sí mismos? buena pregunta, lo consultaremos… – al servicio de la Reina que, en virtud al juramento de lealtad que le prestará, se verá obligada a combatir a las fuerzas mecánicas de Luis XIV. En esta línea temporal automatizada, el Rey Sol intenta suprimir la Revolución Francesa a base de sangre, fuego, acero y remaches robotizados, con lo que, en esta ocasión, los revolucionarios no tienen a la “Libertad guiando al pueblo” sino a la tecnología limpiando a las calles de robots opresores.

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