Análisis de Vampire: The Masquerade – Coteries of New York

Vampiro: La Mascarada no necesita presentación para toda una generación de adolescentes frikis. Como alternativa a Dungeons & Dragons, Vampiro siempre fue al rol lo que eran los góticos a cualquier otra tribu urbana: un lugar desde donde mirar por encima del hombro los ruidosos esfuerzos de adultez ajenos. Algo que venía de su premisa, encarnar vampiros inmortales empujados entre un hambre perpetua y las conspiraciones de sus mayores, pero también de su forma, con un enfoque mucho más narrativo donde contaba más la historia que pegar una patada a una puerta y matar a todo lo que hubiera dentro, incluso si esto último ocurría, también, con pasmosa facilidad.

De todos modos, todo esto no es ajeno al videojuego. Vampiro: La Mascarada ha tenido dos memorables adaptaciones al videojuego, como es el caso de Redemption y Bloodlines, y la tercera de ellas, el recién estrenado Vampire: The Masquerade – Coteries of New York parece querer sumarse a la lista de sobresalientes adaptaciones del tono, e incluso el lore, del juego de rol original.

Partiendo de la quinta edición del juego de papel y lápiz, Vampire: The Masquerade – Coteries of New York es una visual novel que nos deja elegir entre tres clanes – los rebeldes Brujah, los aristocráticos Ventrue o los sensibles Toreador – en una decisión que, además de determinar cuáles serán nuestras capacidades sobrenaturales como vampiros, también marcará notables diferencias en nuestros diálogos y en cómo somos vistos por el resto de criaturas de la noche, alterando sensiblemente el propio desarrollo del juego. Todo esto se ve favorecido no solo por esa pequeña decisión al inicio de nuestra partida o por las decisiones que tomemos a lo largo de la aventura, constantes y variadas, sino también por otro aspecto propio de las visual novel que no siempre se explota: la posibilidad de elegir qué tramas avanzar en cada momento.

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