Análisis de Voice of Cards: The Isle Dragon Roars – Cartas para hacer lo más cercano a una partida de rol en mesa

A veces exigimos personalidad en los demás sin tener en consideración todo lo que eso implica. Cuando una persona, un animal o una obra de ficción tiene mucha personalidad significa, necesariamente, que mucha gente se va a sentir alienada por su presencia. Por cada persona que sienta fascinación por su particular forma de relacionarse con el mundo, habrá al menos otra que se sentirá repelida, o incluso atacada, por su mera existencia. Tener personalidad y salirse de lo normativo para forjar un canon personal de lo que es normal es siempre un arma de doble filo. Y como con toda arma de doble filo, tan lustrosa como peligrosa, rara vez somos conscientes de lo que estamos pidiendo realmente cuando exigimos personalidad en nuestro entorno. Ni siquiera cuando hablamos de nuestros creadores.

Yoko Taro, además de ser una personalidad, tiene personalidad. En todos sus juegos encontramos personajes sexualizados, giros desconcertantes, humor escatológico, y una más que evidente vena dramática. Eso es lo que define cada uno de sus juegos como suyos, esos elementos que al verlos nos hacen decir «esto sólo puede haberlo hecho Yoko Taro».

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