A finales de 2008 Turtle Rock parecía un estudio imbatible. Con Left 4 Dead y su segunda parte en el currículum, nadie se atrevía a dudar de su conocimiento sobre cómo montar un multijugador online cooperativo; especialmente si tenemos en cuenta que lo suyo era algo original y sin rival directo en el sector. Pero entonces llegó Evolve, y la magia se perdió: el contenido de lanzamiento era escaso, y la ambición del proyecto no supo igualarse al resultado. La idea no era mala, pero la ejecución y su posterior desarrollo acabó suponiendo un tropiezo mayúsculo para el estudio, que vio como su gran obra acababa primero convertida en free-to-play y, poco después, directamente olvidada.
Saltamos ahora a agosto de 2021, y a nuestra primera partida a Back 4 Blood: un título que promete, a juzgar por los primeros tráilers y la campaña de publicidad asociada, devolver las sensaciones de esas primeras obras y restaurar su posición en la industria. Tras un breve paso por un menú interactivo en forma de base de operaciones/refugio, saltamos la campaña e, inmediatamente, todo empieza a volverse familiar. Ya no estoy jugando junto a Josep María Sempere y otros dos desconocidos, incluyendo a un ruso loco que mitad nos hace la partida y mitad nos la lía de maneras cada vez más sorprendentes, sino que vuelvo a estar en mi cuarto, con 19 años, mientras guío a mi escuadrón de colegas por zonas destruidas de un entorno post apocalíptico.
La hora y media que dura aproximadamente la campaña presente en la beta confirma rotundamente las buenas intenciones del estudio, pero aún más importante, demuestra que la fórmula de Left 4 Dead (no demasiada explotada, y frecuentemente olvidada en favor de competitivos y battle royale) sigue funcionando como un tiro. Gran parte del mérito está en su sencillez: quitando algunos objetivos puntuales a mitad de partida para poder avanzar en el mapa, todo se suele resumir a correr de un punto A al B, lootear por el camino y sobrevivir a base de disparos a las hordas y zombis especiales que nos va lanzando el juego. Elementos más que suficientes para generar situaciones siempre divertidas e impredecibles, ya sea por diseño o por la interacción entre los cuatro miembros -humanos o bots, dependiendo de si tenemos suerte con el matchmaking– que forman cada equipo.