Los mejores juegos de este año que no has jugado (XII) – RoboCop: Rogue City

La octava generación de consolas nos trajo muchas cosas, pero también se llevo otras cuantas. Una que muchos echamos de menos fue aquella gama media, los popularmente conocidos como títulos doble A, que tan buena cosecha dejó en Xbox 360 y PlayStation 3. No desapareció por completo, desde luego, pero si redujo su prevalencia en favor del triple A y de la eclosión definitiva del videojuego indie.

RoboCop: Rogue City es el epítome de un videojuego doble A. Es un título cuyo presupuesto está lejísimos de los bombásticos blockbusters de 2023, pero que cuenta con una editora relativamente grande detrás (Nacon), una licencia cinematográfica, un desarrollo más costoso que el de un título independiente, con un equipo bastante más grande, y unos valores de producción de escala media. Y, como muchos de esos doble A que recordamos con cariño, es un juego muy divertido, pero también imperfecto: hace algunas cosas muy bien, otras no tanto y unas pocas se quedan en una mera declaración de intenciones con una implementación vulgar (estas últimas motivadas, a menudo, por el lastre por las constricciones presupuestarias). Pero el cómputo global es más que positivo y cumple al dedillo con el principio básico bajo el cual debe juzgarse un doble A: entretenerte durante unos días sin demasiadas complicaciones y sin buscar la reinvención de la rueda.

Así, RoboCop: Rogue City adopta el formato de un shooter en primera persona en el que se combinan tramos lineales basados en set pieces y tiroteos más elaborados (aquí, quizás, lo más flojo sean los bosses) con otros en mundo abierto en los que Murphy realiza tareas de investigación policial u otras incluso más mundanas, como poner multas. La historia, sin ser una virguería, está a la altura de las dos primeras películas (y es notablemente superior a la tercera, que haremos mejor en ignorar) y contiene todo lo que esperaríamos de ella, desde la corrupción de la OCP hasta los estragos causados por el Nuke, pasando por, obviamente, la aparición del ED-209. Un detalle llamativo es como el juego continuamente recurre a soluciones imaginativas para rodear sus limitaciones de presupuesto. Esto resulta especialmente evidente en su apartado gráfico, que se ve mucho mejor de lo que a priori debería gracias a un uso inteligente y pionero del Unreal Engine 5 de Epic. Otro está en el apartado sonoro; todos recordamos la voz de Murphy, pero quizás no tanto la de Lewis. ¿La solución? Contar con la participación completa de Peter Weller, pero en el caso de Nancy Allen respetar su físico, que sí tenemos presente en nuestra cabeza, usando otra voz que no es la de la actriz estadounidense. Con la música pasa algo parecido: la melodía principal es la de la mítica composición de Basil Poledouris, pero la interpretación es otra distinta para ahorrar en derechos al no usar la original de la película.

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