Análisis de Chasm: The Rift – El FPS noventero vive, la lucha sigue

En este texto, queridos lectores, creo que a ratos me saldré un poco por la tangente, porque no hay nada como jugar a un boomer-shooter para que a uno le entren ganas de socavar los cánones y las formalidades establecidos en la crítica de videojuegos. Chasm: The Rift, publicado en 1997, era, al igual que sus coetáneos, un FPS que se planteaba pocos límites a la hora de desplegar sus ideas. Esta reconocible filosofía de diseño está, como ya hemos mencionado más de una vez, viviendo un más que merecido rejuvenecimiento gracias a un buen puñado de desarrolladores que recuperan la inmediatez, contundencia, abstracción y, sobre todo, diversión de los FPS de los noventa. Así las cosas, no hay mejor momento que el presente para reeditar un título que atesore todas esas características. ¿Quake? No, Chasm: The Rift.

O, al menos, entiendo que ese será el razonamiento que habrán seguido en General Arcade, los responsables de este remaster.

Y la cosa empieza bien. Siguiendo una larga – y más que memorable – tradición, la trama de Chasm: The Rift podría haberse eliminado por completo y nadie se hubiera dado cuenta. Y, ya que estamos, me voy a permitir ir un poco más lejos: ¿desde cuándo importa que los FPS noventeros tengan trama? Pues eso. Volviendo al hilo que nos ocupa, el caso es que unos alienígenas muy malencarados denominados los Timestrikers invaden la Tierra a través de brechas temporales. Nuestro avatar, un comando sin nombre conocido, asumirá la misión de detenerlos y, así, viajaremos por múltiples localizaciones y épocas para detener tamaña afrenta.

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