Análisis de Like a Dragon: Infinite Wealth – El juego más completo de la saga y el que mejor entiende su esencia

No creo que sorprenda a prácticamente nadie que diga que Like a Dragon: Infinite Wealth es un gran juego. Al fin y al cabo, lo que antes conocíamos en occidente como la saga Yakuza es uno de los ejemplos más notables de la industria en cuanto longevidad y consistencia en la calidad de su propuesta. Desde sus inicios en PlayStation 2, hasta su notable salto de popularidad en Europa y Estados Unidos a partir de la generación anterior han pasado una veintena de años, y, en todo ese tiempo, uno podría pensar que a la serie de Ryu Ga Gotoku Studios ya no le quedaba más que demostrar. La magia, lo que nos hace volver juego tras juego en una tradición ya casi de entregas anuales es que, de alguna manera, el universo de Kazuma Kiryu y sus compañeros siempre parece encontrar un nuevo límite que derribar. Si nos parecía poco su imperdible cambio de género en Yakuza: Like a Dragon (2020), en el que saltaba de su característico combate beat’em’up a un sistema RPG que, si bien no escondía sus inspiraciones, era original, dinámico y agradable, este Infinite Wealth quiere rizar el rizo un poco más. Perfecciona lo ya establecido en la entrega anterior, sí, pero también apunta alto: quiere ser el mundo abierto más amplio, más completo, más lleno de sistemas, historias y, claro, peleas emocionantes de toda su historia.

Y vaya si lo consigue.

La historia comienza un par de años después de los sucesos de Yakuza: Like a Dragon, y quizás por eso es complicado entrar en detalles sin estropear mucho de lo que os vais a encontrar aquí. No os destripo prácticamente nada si os explico, eso sí, que siguiendo la tendencia de las entregas anteriores, Infinite Wealth sigue tratando de la yakuza, en cierta medida, y en concreto, de la situación de declive por la que la mafia japonesa viene pasando en la vida real desde hace ya unas décadas. El crimen organizado y los señores vestidos de traje y camisas vistosas, con relojes, gafas de sol pintonas y tatuajes en la espalda tienen un encaje mucho más difícil en el mundo contemporáneo, en un momento en el que la transmisión de la información es mucho más sencilla y los gobiernos tanto de Japón como del resto del mundo ha luchado fuertemente contra la desaparición de este tipo de bajos fondos. Pero eso deja, claro, un problema: la gente que pertenecía a la yakuza o a otro tipo de mafias sigue existiendo y, desprovistos de su sustento, tienen graves problemas a la hora de reinsertarse en la sociedad por diferentes motivos sociopolíticos. Este nuevo Like a Dragon no tiene ningún problema en meterse en este jardín y en criticar la situación legal y social de los ex-yakuza en Japón de forma mucho más profunda de lo que hubiésemos pensado en un principio y es, de hecho, el telón de fondo de todo lo que sucede aquí.

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