Análisis de Lost Judgment

Lost Judgment es la secuela de Judgment – titulado Judge Eyes en Japón – que a su vez fue un spin-off de la saga Yakuza. Parecen demasiados nichos dentro de nichos como para poder ser un título atractivo para el público general y, sin embargo, el juego se presenta como una de las mejores puertas de entrada al universo de la saga de Ryu Ga Gotoku Studios. A pesar de que haber jugado el primer título nos facilitará el entendimiento de algunos puntos de la historia, en general Lost Judgment se sostiene a la perfección como juego autocontenido, un pequeño paseo más corto y más ameno – en posibilidades, a veces, pero sobre todo en horas de juego – por este mundo.

En el juego interpretamos a Takayuki Yagami, un ex-abogado convertido en detective que vive en una pequeña oficina junto a Kaito, su compañero de andanzas. Si en la primera entrega el protagonista tenía como misión salir de la situación incierta que le había generado el abandonar su antigua profesión, en esta está ya más o menos establecido como detective, con una serie de contactos y clientes habituales. Aun así, el grueso de la historia gira alrededor de un caso concreto que tenemos que investigar: el director de un instituto sospecha que está sucediendo acoso escolar en su centro, y nos encarga que vayamos a descifrar que está sucediendo. La cosa, como no podía ser de otra manera, tiene mucha más miga de la que parece a primera vista, y lo que en principio era un encargo sencillo termina por destapar otra red de mentiras e incidentes mucho más graves que, una vez más, ponen en cuestión la validez del sistema judicial japonés.

La crítica a la ley, los procedimientos legales y el papel de los abogados y jueces sigue, como en la entrega anterior, en el centro de la historia. En Lost Judgment está más que establecido que la forma en la que se enfoca la justicia en Japón facilita culpar a inocentes y encubrir a culpables, y el juego no se corta ni un pelo en señalar a la policía, el gobierno o los servicios de inteligencia como cómplices de la situación. Al mismo tiempo, el sistema incierto que presenta el juego facilita que, a pesar de ser una historia de detectives, la esencia de la saga Yakuza siga presente de alguna manera: criminales, personas que actúan al margen de la ley y matones varios terminarán siendo parte fundamental de la trama, y nosotros mismos, interpretando a Yagami, ejecutaremos más de una vez acciones o emplearemos metodologías que, como mínimo, podrían cuestionarse moralmente si el entorno en el que nos moviésemos fuera la realidad. Poner cámaras secretas, utilizar dispositivos de escucha o zurrarles el lomo a un puñado de enemigos a plena luz del día meterían a un detective normal en más de un apuro con la policía, pero en el universo de Judgment la legalidad está tan rota que, de alguna manera, parece casi lógico luchar con ella utilizando, en ocasiones, jugarretas similares.

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