Análisis de Necromunda: Hired Gun – Un apartado artístico que extiende cheques que la jugabilidad no puede pagar

A toda acción corresponde, de forma inevitable, una reacción. Y de esta ley universal de la mecánica tampoco se escapan las susodichas de los FPS. Todavía estamos demasiado cerca de la época del FPS bélico como para estudiarla como se merece, pero podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que esta etapa llena de operaciones encubiertas, rifles de asalto y modos multijugador a toda pastilla la inició Call of Duty 4: Modern Warfare. De ahí a bombardear por saturación a los jugadores con imitadores y secuelas de dudosa calidad iba un paso, pero lo que realmente nos interesa es la reacción a este movimiento. Pronto surgieron voces que pedían dejar atrás un diseño basado en un supuesto realismo que les privaba de libertad de acción y, sobre todo, de una diversión y un ritmo que sólo se encontraba en los FPS clásicos. De ahí que empezara a fermentarse un revival de lo que ahora se conoce como el «boomer-shooter» – o FPS para viejunos – que cristaliza en un triple A incontestable como es el Doom de 2016. En una industria en la que los tiempos de desarrollo cada vez se alargan más, todavía no podemos afirmar con rotundidad que las últimas obras maestras de id Software hayan creado escuela, pero sí es cierto, a todas luces, que Necromunda: Hired Gun está matriculado en primero de Slayer.

Porque al título de Streum On no se le caen los anillos a la hora de sacar la libreta y tomar notas sobre los mejores movimientos de nuestro cazademonios favorito. Y esto no quita que, dicho sea de paso, también picotee de otros juegos y así intente crear una vertiginosa mezcla jugable que nos convierta en un cazarrecompensas imbatible.

Porque ese es el principal argumento de Necromunda: Hired Gun. Para aquellos que no estén familiarizados con el lore de Warhammer 40.000, comenzaremos por decir que en el cuadragésimo primer milenio solo hay guerra. La Humanidad, liderada por El Emperador, se ha expandido por el Universo manteniendo a raya al Caos, a los herejes y a los xenos gracias a las incontables legiones de su Guardia Imperial y al poder indómito de sus Marines Espaciales. Sin embargo, semejante maquinaria bélica no se sustenta únicamente sobre la fe y ahí es donde entran las gigantescas ciudades colmena, colosos que rozan el cielo y que están llenas de industria, ciudadanos hacinados y, sobre todo, clanes que se disputan el control del crimen. Ahí es donde entrará nuestro viejo oficio, puesto que uno de los jerifaltes de Necromunda ha sido asesinado y para cobrarnos a su ejecutor tendremos que husmear los bajos fondos de una ciudad donde la información se extrae a tiro limpio.

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