Análisis de Persona 4 Golden – Retorno a Inaba

Volver a una obra querida no siempre es una experiencia agradable. El paso del tiempo puede endulzar la memoria y quizá lo que encontremos no sea exactamente lo que recordábamos; la obra no ha cambiado pero nuestra mirada sí. Estos últimos días he estado rejugando Persona 4, uno de mis JRPG favoritos, que he completado no menos de media decena de veces y que siempre he tenido en un pedestal. Casi todo lo que me gustaba seguía ahí, pero también encontré aspectos problemáticos de la trama que sencillamente no fui capaz de ver en su momento y que ahora se me presentaban de forma evidente, aunque sigue siendo un juego que tengo una alta estima.

Persona 4 Golden es un murder mystery ambientado en Inaba, un pequeño pueblo japonés al que nuestro protagonista se traslada desde la gran ciudad para su próximo curso de instituto. Apenas tiene tiempo de asentarse con su tío Dojima y su prima Nanako cuando una serie de muertes inexplicables sacuden la rutina de la localidad. La leyenda urbana del Canal de Medianoche, una misteriosa emisión que se produce en días lluviosos, lanza al protagonista a investigar junto a sus compañeros de clase todo un mundo secreto al otro lado de las pantallas. Allí descubren la habilidad de invocar a los Persona, manifestaciones de su personalidad con las que defenderse de las Sombras que habitan el lugar y que podrían estar relacionadas con los recientes sucesos.

Como todo buen misterio de un asesinato producido en una población aislada, el cruento suceso inicial permite indagar un poco más en lo que se esconde tras la idílica fachada de tranquilidad. En este caso son los propios personajes del equipo los que deben hacer frente a su “otro yo”, una manifestación de la parte de ellos mismos que tratan de ocultar al mundo. La mayoría de mazmorras explora la psicología de uno de los personajes principales del juego, incidiendo en los aspectos que les provocan conflictos internos, en un viaje para encontrar su propia Persona.

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