
Copérnico Leslie Qwark, el Capitán Qwark para los amigos, nunca se ha distinguido por ser un héroe tradicional. Planta sin duda le sobra, pero tras ese mentón cincelado en acero se esconde no solo un tipo atolondrado y algo patoso, sino una brújula moral cuestionable en el mejor de los casos. Con un historial de traiciones y puñaladas por la espalda casi tan abultado como su hoja de servicios propiamente dicha sería tentador dejarle de lado, pero Qwark tiene algo de lo que carecen otros señores en mallas sin duda más profesionales: siempre se puede contar con él. Qwark siempre está ahí cuando le necesitas, y el verdadero heroísmo tiene más que ver con eso que con los poderes especiales o la capacidad de destacar sobre los demás. El discurso no es mío, sino de Ratchet, y me calienta el corazón que sea el propio metraje el que intente transmitir valores, el que defienda principios como el tesón y la lealtad por encima de méritos y condiciones: por fin alguien ha entendido que parecerse al cine de animación no es solo un asunto de shaders.
El juego sin duda va sobrado de estos últimos, y quien se aproxime a esta nueva entrega de la franquicia buscando un espectáculo visual que por fin pase con cierta holgura la eterna prueba del algodón no va a sentirse decepcionado: sí, Ratchet & Clank: Una Dimensión Aparte podría pasar sin mayores problemas por una película de animación. Sus cinemáticas son así de despampanantes, sus secuencias de acción más coreografiadas despiden ese tipo de sentido del espectáculo, y en lo estrictamente técnico el trabajo a nivel de texturas y ante todo esa iluminación juguetona e intencionalmente efectista consiguen por fin emular el acabado de las joyas de Pixar, pero Wall-E no es universal por como lucen sus suelos fregados. Más allá de la técnica y de una carrera armamentística que cualquiera de estas secuencias demuestra ya superada, Insomniac acierta al entender todo esto como una mera herramienta para contar historias, y al dejarse influenciar también por el ritmo, el tono y la manera de entender una etiqueta tan denostada como «para todos los públicos» de este tipo de producciones. Y por eso creo que es significativo que este juego ya no venga acompañado de una película: Ratchet & Clank: Una Dimensión Aparte es esa película, y cualquier otra cosa hubiera sido redundante.
Es, como digo, tan intencionalmente para todos como lo fueron Ratatouille o Up, aunque es posible que le falte algo de su corazón. No en los diálogos, pero quizá sí en lo que cuenta, una opereta espacial algo intrascendente que solo en su tercio final consigue aterrizar el tipo de tensión hollywoodiense que parece andar buscando desde el principio. En lo estrictamente narrativo, y sin entrar en spoilers, Una Dimensión Aparte es un juego hecho de momentos que solo falla a la hora de hilvanarlos unos con otros, y un ejemplo de manual de la diferencia entre guión y argumento: el primero es ejemplar, el segundo se queda en correcto. Su texto, un artefacto de una cercanía desarmante que trabaja con la misma soltura la épica marvelita y el chascarrillo de andar por casa (hay chistes sobre Jay Z y un guardián interdimensional que se llama Gary, demostrando una vez más que sí, se puede ser rematadamente gracioso sin necesidad de ofender a nadie), sabe sacar petróleo de lo que no deja de ser en el fondo la enésima caza del maletín de Pulp Fiction, un McGuffin interestelar que mueve la trama con soltura de un sitio a otro aunque en ocasiones no quede demasiado claro el por qué.