Análisis de Werewolf: The Apocalypse Heart of the Forest – Hombres lobo melancólicos lamiéndose las heridas

Nos estamos cargando el planeta. No es una opinión, es un hecho: cada año se extinguen más especies animales, los bosques están cada vez menos poblados y los océanos mueren lentamente. El ecologismo es una tendencia no porque sea alguna clase de moda, sino porque, de hecho, ya es algo absolutamente imperativo. Por eso no debería extrañarnos que, poco a poco, más videojuegos empiecen a tratarlo como un tema central dentro de sus historias, incluso si, en ocasiones, eso repercute en su capacidad para ser algo más.

Werewolf: The Apocalypse – Heart of the Forest es un juego que forma parte del universo del Mundo de Tinieblas, un cosmos compuesto por varios juegos de rol de mesa que nos hacen encarnar a diferentes criaturas monstruosas. En el caso de Werewolf, y como su propio nombre indica, nos ponemos en la piel de una mujer loba, en este caso, durante los días previos al descubrimiento de su condición de criatura mítica y cómo eso cambia su vida de forma radical al verse, sin siquiera saber por qué, asociada con un bosque milenario polaco que parece estar íntimamente relacionado con la historia de su familia.

Eso es, seguramente, lo primero que llama la atención del juego. Producido por Different Tales, un estudio formado por antiguos empleados de CD Projekt, Werewolf transcurre enteramente en un pueblecito de Polonia llamado Białowieża y en el bosque que lo rodea. Esto es digno de mención porque, de hecho, el Mundo de Tinieblas, como el videojuego y la cultura contemporánea en general, ha tendido a pecar de un anglocentrismo bastante ramplón que nos ha privado de poder jugar historias más allá de lo que ocurra entre las fronteras de Estados Unidos, y ya no digamos en países quizás menos glamurosos, o con menos peso en la cultura universal, como pueden ser Polonia.

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