Además de por un gunplay contundente y expeditivo, por la inteligencia de sus mapeados y por ese componente táctico que convierte la comunicación en un asunto de vida o muerte y aleja al juego de la ensalada de tiros promedio, Rainbow Six Siege siempre ha destacado por su excelente sentido del equilibrio. Y no era fácil. Su naturaleza eminentemente asíncrona basada en roles de ataque y defensa, la disparidad de sus objetivos y su sistema de operadores fuertemente diferenciados conformaban el caldo de cultivo perfecto para la aparición de exploits, de estrategias rotas y de situaciones de ventaja que dieran al traste con un bucle prácticamente infinito: que un juegos así haya dado lugar a una inesperada escena competitiva que sigue floreciendo seis años después de su lanzamiento es testimonio de un impecable trabajo de iteración y de un pulido que va más allá de lo técnico. Cada ronda se sigue sintiendo justa, fresca y desafiante, y cada partida es en el fondo un espacio de posibilidades. A esto es a lo que debería de aspirar todo shooter multijugador, y por eso Siege se resiste a morir. Porque Siege es, ante todo, una sucesión de buenas ideas.
Rainbow Six Extraction, el spin-off cooperativo al que por caprichos del calendario le ha tocado el papelón de encabezar el catálogo de Ubisoft en este arranque de año, también parecía una buena idea. Es posible que su ambientación alienígena y esa capa de sci-fi de brocha gorda con la que intenta justificar que los operadores unan fuerzas para dispararle a unos cuantos marcianos no hagan mucho por desterrar la idea de que estamos ante un refrito, pero justificaciones argumentales aparte trasladar la acción cerebral, las paredes reforzadas a toda prisa y los headshots de precisión quirúrgica a un entorno PvE con objetivos procedurales debería funcionar, al menos sobre el papel. Y doy fe que lo hacía, o al menos que lo hizo en algún momento: recuerdo haber escrito este mismo junio que mi primer contacto con el juego podría resumirse con la palabra diversión, y con otras menos importantes como variedad, decisiones y potencial. El núcleo de Extraction es así, un shooter táctico muy competente que edifica sobre la fenomenal base de 2015 para dar pie a la extracción, ese elegante ejercicio de doble o nada que justifica el subtítulo y debería alimentar la adicción. Todo esto funciona, lo sigue haciendo, pero en su forma actual y en su obsesión por rescatar todo lo bueno de Siege, extraction parece haberse olvidado, precisamente, del equilibrio.