En los videojuegos de la franquicia Pokémon todo, absolutamente todo, gira en torno a los Pokémon. Puede sonar a obviedad, pero gran parte del encanto de la saga radica justo ahí, en ese universo irreal y un puntito cómico y en una sociedad utópica que vive obsesionada por hacer combatir a pequeñas criaturas y no necesita preocuparse por nada más. En su mundo no existe una economía como tal, ni establecimientos que no giren en torno a su cuidado, su captura o su documentación, ni un sistema educativo en el que se impartan otras materias; hay institutos Pokémon, profesores Pokémon y gimnasios Pokémon, y si resulta que eres de letras pues mala suerte. Pero sin duda lo más llamativo es el hecho de que todos, absolutamente todos los ciudadanos son entrenadores de un modo u otro: en los juegos de Pokémon todo el mundo tiene tiempo para vagar sin rumbo por los caminos buscando competir a muerte contra el primer desconocido que pase.
Street Fighter 6 funciona exactamente igual, pero sustituyendo a los Pokémon por patadas en la boca.
Supongo que es lógico esperar algo así de una ciudad que recibe a sus visitantes con una gigantesca estatua de bronce de un tipo sin camiseta. Metro City le sigue debiendo mucho a Mike Haggar, el ex alcalde que limpió sus calles a golpe de molinillo y suplex dorsal, pero quizá el hecho de que aquellas elecciones las ganase un luchador de wrestling con los bíceps como la cabeza de un niño chico nos revela que la ciudad no está enfocada precisamente al sector servicios. También nos dice algo sobre lo que este tímido mundo abierto tiene de homenaje a la saga y a la historia de la propia Capcom, y se hace complicado no dejar escapar una media sonrisa cuando el argumento, discreto pero efectivo, deja caer referencias a los Mad Gear con la misma facilidad que otros modos de juego aún más traviesos rescatan enemigos del Mega Man. Más tarde hablaremos de ellos, pero si he decidido empezar por aquí, por ese World Tour que hace las veces de modo historia y que por primera vez en la saga nos permite recorrer las calles con libertad, es por su manera de encarnar un espíritu pendenciero y festivo que en el fondo siempre estuvo ahí, en el mismísimo título de la franquicia. Street Fighter. Luchador callejero. O lo que es lo mismo, salir ahí fuera a buscar pelea, porque en Metro City todo el mundo tiene un ratito para intercambiar uppercuts de buen rollo.