Análisis de Cuphead: The Delicious Last Course – Café para muy cafeteros

A pesar de que en los videojuegos es relativamente común el caso del DLC que se va de las manos y se convierte prácticamente – o por completo – en una secuela de propio derecho, Cuphead: the Delicious Last Course no es una de estas ocasiones. Su título, de hecho, es bastante autoexplicativo: pretende ser la guinda del pastel, un pequeño añadido al final de la aventura principal que redondee el sabor del conjunto y nos ayude a quedarnos con buen sabor de boca.

Como pasaría con, básicamente, cualquier postre, The Delicious Last Course no va a hacer que nuestra opinión general de Cuphead cambie. Puede, como mucho, redondear nuestras sensaciones sobre él; en la mayoría de ocasiones, creo yo, el efecto va a ser que se refuercen todavía más las opiniones ya presentes sobre el título. Quienes adoren Cuphead por su estética, por su apartado sonoro y visual, por su dificultad o por su manera específica de enfocar el progreso se sentirán como en casa. Quienes prefieran una aproximación diferente al desafío o al diseño de los jefes que la que plantea el título no encontrarán aquí, probablemente, ningún argumento preparado para convencerles.

La premisa de The Delicious Last Course es que los dos personajes protagonistas se topan con Ms. Chalice, una joven tacita que no tiene forma corpórea porque ha visto su alma atrapada por unas fuerzas malignas. Afortunadamente, ha conseguido solucionarlo cocinando una galleta mágica que le permite volver a materializarse durante cortos periodos de tiempo. Nuestra tarea durante la duración de este episodio será derrotar a los distintos jefes que poseen los ingredientes para crear la receta perfecta que nos permitirá solventar el problema de Ms. Chalice de forma definitiva.

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