Análisis de Dragon Quest Monsters: The Dark Prince – Un JRPG de cría de monstruos excepcional

Algunos juegos tienen los mimbres para ser obras maestras. Eso no significa que sean perfectos, o que lleguen a ser su mejor versión; significa que dentro de sí tienen todo lo necesario para llegar a ser algo especial, algo que nos haga entender el videojuego de una manera particular que antes no podíamos concebir. Por lo general estos videojuegos acaban siendo, al menos, juegos de culto, joyas ocultas que la gente acaba reivindicando con el tiempo. En ocasiones, las menos, si estos juegos tienen la perspectiva y la oportunidad para hilvanar sus mimbres en una configuración óptima, logran convertirse en algo más, en lo que llamamos obras maestras.

Dragon Quest Monsters: The Dark Prince es un juego desarrollado por TOSE, estudio encargado de innumerables juegos de culto — incluida toda la franquicia Dragon Quest Monsters: Joker —, y co-desarrollado por Square Enix. Dirigido por Shotaro Ozeki, director de Dragon Quest Monsters: Joker 3, el juego parece un remaster de un Dragon Quest Monsters de Nintendo 3DS que nunca se llegó a anunciar, porque este juego no sólo tiene los hilos necesarios: tiene la gente y la infraestructura necesaria para poder hilarlos.

La premisa del juego es sencilla. Encarnamos a Psaro, un medio demonio medio humano príncipe del infierno que busca matar a su padre para suplantarle en el trono y vengar a su madre. El problema es que, debido a una maldición impuesta por su propio padre, no puede hacer daño a ningún monstruo, razón por la cual decide tomar un desvío para conseguir su propósito: se convierte en entrenador de monstruos para utilizar a otros monstruos como un arma contra su padre.

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