Avance de Sifu – El Sekiro de las patadas en la boca

Hacerse viejo es una putada. La vida adulta duele, en general, pero lo hace aún más cuando comienzan a fallar las fuerzas. Cuando correr tras un autobús que se escapa cuesta un poquito más, cuando quedarse en casa un viernes por la noche cuesta un poquito menos, cuando comienzas a visitar más la farmacia que el bar. Siempre me ha parecido un error de diseño que la mayoría de las misiones más jodidas que te plantea la vida (la paternidad, por ejemplo) lleguen cuando tus stats ya no son las que eran, y cuesta hacerse a la idea de que nunca las vas a recuperar. Nunca vas a poder correr como antes. Nunca vas a poder salir como antes. Nunca, asúmelo, vas a perder esa barriga que desde luego no tenías antes. Hacerse viejo es acostumbrarse a perder, y es importante hacer las paces con ello.

Sifu es un videojuego que trata de hacerse viejo, un juego en el que envejecer es la mecánica principal. También es un juego que afortunadamente no tiene tiempo para estas cosas. En Sifu, gracias a Dios, hacerse mayor tan solo implica utilizar tu sabiduría milenaria para pegar patadas giratorias más tochas y picar billete cuando cumples ochenta años. Simple. Sencillo. Elegante.

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