Hace un par de días dejamos atrás 2020, uno de los años más aciagos de la historia moderna y, probablemente, un periodo que nuestra generación recordará no solo como un punto de inflexión, sino también como algunos de los meses más difíciles de nuestras vidas. Para la industria del videojuego también ha sido un periodo extraño y convulso, con consecuencias que todavía son difíciles de calcular. Algunas, sin embargo, venían con previo aviso y con fecha de caducidad: sabíamos, desde hace años, que el pasado 31 de diciembre sería el día de la muerte de Flash, una de las tecnologías más importantes dentro del desarrollo de videojuegos, animaciones y aplicaciones interactivas durante el último cuarto de siglo.
El germen de Flash lo encontramos en un software llamado SmartSketch, desarrollado por FutureWave Software, pero su nacimiento como tal se produce en 1996, ya de la mano de Macromedia. Inicialmente enfocado a la animación vectorial y a la distribución de clips en internet, su auténtica explosión se produjo, sin embargo, en el año 2000 con el lanzamiento de su quinta versión. En ella se introdujo un lenguaje de programación, ActionScript, con el cual los diseñadores podían añadir interactividad y elementos de lógica, tanto simple como compleja, en sus creaciones. Y eso supuso una revolución que lo cambió todo.
Flash fue la base tecnológica, por ejemplo, en la que se sustentó durante años YouTube, la plataforma que alteró para siempre la forma que tenemos de consumir vídeo. Fue la plataforma con la que se creó FarmVille, un videojuego que llegó a tener más de ochenta millones de usuarios, que abrió todo un nuevo segmento de mercado con un público objetivo que hasta entonces no consumía ocio interactivo y que inundó de posts nuestras cuentas de Facebook. Surgieron páginas como Newgrounds, Kongregate o Armor Games, en las que se publicaban muchos de esos juegos y que generaban ingresos por valor de docenas de millones de dólares gracias a la ingente cantidad de usuarios que atraían. Nacieron compañías como Zynga, PopCap o SuperCell, las cuales acabaron convirtiéndose en auténticos gigantes, rivalizando con compañías de toda la vida. Flash se convirtió así en un elemento indispensable para entender el auge y crecimiento de la industria del videojuego en la primera década del nuevo milenio, así como de la explosión de creatividad ligada a ella.