Ghostwire: Tokyo está infravaloradísimo, y no deberíais dejarlo pasar en Xbox

Incluso si la premisa de la que parte el juego es bastante llamativa, un año después del lanzamiento original de Ghostwire: Tokyo me sorprendo a mí misma pensando en la manera en la que su encanto no tiene nada que ver con la trama. Casi siempre que pienso en él lo recuerdo por otras cosas totalmente distintas. Supongo que su mayor atractivo, en ese sentido, es lo peculiar de su universo. Una Tokyo en la que, de un momento para otro y por un motivo que desconocemos, ha desaparecido todo el mundo. Así, las calles de algunos de los barrios más emblemáticos de la capital japonesa, generalmente representados como lugares llenos de color, luz y sonido, abarrotados por el gentío, se nos presentan ahora con una calma casi sospechosa, apagada, sólo el sonido de nuestras pisadas y de la lluvia y las ocasionales apariciones fantasmales.

El suyo es un mundo abierto bastante contenido, pero ahí es donde está parte de la gracia: su fortaleza no viene tanto de la posibilidad de embarcarnos en grandes aventuras, sino de la forma en la cual nos vemos obligados a recorrer una versión de lo cotidiano que nos inquieta en más de un sentido. No nos costará más de una decena de horas superar la trama principal y la mayoría de sus misiones secundarias, y la mayoría de coleccionables y logros pueden obtenerse en apenas veinte o treinta. Estas cifras modestas, especialmente si las comparamos con las de otros títulos de mundo abierto, más amplios o más ambiciosos, podrían ser, quizás, uno de los motivos por los que el juego no tuvo en su estreno tanto éxito como tal podría esperarse.

Aunque personalmente considero que su trama no es su fortaleza, sí que creo que hay varias virtudes narrativas muy potentes dentro de Ghostwire: Tokyo. Y la primera es la relación de nuestro protagonista, Akito, con su mentor, K.K.. Akito es, por motivos desconocidos, el único superviviente del extraño suceso por el cual los habitantes de Tokio han desaparecido. K.K. es un investigador de lo sobrenatural que ha perdido su forma corpórea en el incidente y ha decidido poseer a Akito para investigar la situación. Así, escucharemos la voz de K.K. constantemente, dándonos consejos, explicándonos distintos sucesos paranormales y, claro, prestándonos sus poderes, que son las habilidades que utilizaremos en el combate. Al principio, la relación entre los dos protagonistas es bastante fría, pero conforme avanzamos en la historia empiezan a conocerse más, y se dan pequeños momentos de cotidianeidad entre ellos que son bastante enternecedores y sobresalen en medio de la atmósfera por otro lado desesperanzadora.

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