Análisis de Teenage Mutant Ninja Turtles: Shredder’s Revenge – El juego de las Tortugas Ninja que pedíamos

Cuando hablo de las Tortugas Ninja, me resulta difícil ser objetivo. Leonardo, Michelangelo, Raphael y Donatello son, para mí, mucho más que unos dibujos animados que veía en la televisión de crío. También son los seres grotescos y demenciales que protagonizaban la película en imagen real que compré en VHS hace más de veinticinco años – hablo, para mi desgracia, de la tercera -, con aquella portada roja que imitaba pobremente las películas clásicas de samuráis. O los libros de dibujos en los cuales Leonardo me enseñaba cómo ser un líder justo, a la par que inspirador. O, más importante aún, los muñecos desperdigados por el suelo de la habitación, muchos de ellos secundarios de capítulos que ni siquiera había visto, pero que servían igual a mi vecino y a mí para completar nuestro teatrillo diario jugando en la buhardilla.

Si tienes, como yo, más de treinta años, es muy difícil que esta situación no te suene. Ya sea por haber nacido en un lugar con televisión autonómica, por ser un habitual del cine los días que no tenías colegio, o por haber tenido la suerte de poseer una Super Nintendo y unos padres que, sin duda, te querían mucho; las Tortugas han formado, seguro, parte de tu vida y de tu historia. Curioso que de un humilde cómic underground, radicalmente distinto en tono a todo lo que vendría después, surgiera semejante fenómeno infantil y juvenil en los años noventa, hasta el punto de tener en mi mente la imagen del cuarteto principal y Splinter como parte fundamental de una de las atracciones de la feria a la que iba de pequeño.

Quizás Turtles In Time no sea el mayor culpable a la hora de intentar entender el porqué de este boom desmedido, pero sin duda contribuyó a alimentar su éxito. El juego de Konami es de esos títulos que supieron estar en el lugar adecuado y en el momento perfecto, aprovechando el éxito de la serie de animación con un representante de uno de los géneros más populares de aquel momento: el yo contra el barrio. Un matrimonio perfectamente avenido que se convirtió, como es lógico, en uno de los juegos más vendidos de la historia de la compañía, y en un título que todavía hoy se recuerda como uno de los mejores exponentes de la consola a la hora de invitar a gente a jugar a casa.

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