El primer juego de McPixel es una colección de microjuegos que tiene una trama común: McPixel está en una situación de peligro de la que debe sobrevivir para salvar el día (o salvarse él, al menos). Se juega como una aventura gráfica con tiempo límite cuya interacción por defecto es pegar patadas en la entrepierna: es simple, básico y soez, pero funciona como un tiro porque domina los tiempos de la comedia slapstick y del absurdo. Casi una década después vamos a tener una secuela que demuestra desde el título que su creador Sos Sosowski sabe perfectamente a lo que venimos: se salta la segunda parte para ir directamente a por la tercera.
McPixel 3 crece para ofrecer un hub con sus propios puzles, desde el cual se accede a los niveles. Una vez entramos en el nivel tenemos que resolver media docena de situaciones peligrosas que vienen rematadas por unos niveles un poco más complejos y por niveles especiales. La lógica retorcida de las aventuras gráficas clásicas se convierte aquí en material para decenas de chistes. En apenas cinco minutos da tiempo a tirar un pez por la ventana de un tren, mear en una nave espacial, disolver al protagonista en ácido gástrico y tratar de aterrizar de un avión en llamas usando una pala como paracaídas.
